Para los que son como rosas en un patio abandonado |
El monedero se ha convertido en un músculo de pedernal donde se quiebran los bisturíes de los publicistas. Sólo hay un modo de que la gente afloje el bolsillo a voluntad, reblandeciéndoles antes el corazón. Campofrío lo sabe y por eso ha gastado un pico en la campaña más emotiva de la temporada. Un recuento de los logros colectivos narrado por cómicos, cantantes, periodistas, actores. A mi entender, el verdadero mensaje no es tanto lo que se dice como quiénes lo dicen.
Resulta que en un anuncio concebido para llegar al corazón de un pueblo no aparece ni un economista, ni un político, ni un banquero. Ni un miembro del gobierno. Ni un representante de la familia real. Es evidente que nuestro corazón obvia a todos esos que tanto importan a los periódicos y a los noticiarios. Quizás porque no son tan importantes.
Y es precisamente a la gente que en verdad importa a quienes me apetece dedicar este que será mi último artículo del año. A los considerados con los demás. Gente que con un simple gesto te hacen el día más amable, menos erial. El funcionario cortés, el tabernero paciente, el músico que toca en una esquina y se larga durante la siesta, el conductor de autobús que respeta tu derecho al silencio, el vecino de arriba que se calza las pantuflas al llegar a casa, el tipo que pasaba por tu puerta y te ayuda a bajar la bombona, la muchacha que te mira y te sonríe. Ya sé que es navidad y que los publicistas me han dejado el corazón tierno como un bolsillo en rebajas, pero me apetecía despedir el año descubriéndome ante la gente educada y amable. Puede que no merezcan un editorial del telediario, pero, entre tanta gente arisca y taciturna con la que se cruza uno a diario, ellos son un respiro. Rosas en un patio abandonado. Un respeto.