Cuando estoy fuera de España quiero convencerme de que nuestro país no está muerto para la civilización; que aquí se discurre y se piensa, pero cojo un periódico español y me da asco; no habla más que de políticos y de toreros. Todo lo anterior, palabra por palabra, está sacado de El árbol de la ciencia, novela escrita por Pio Baroja recién nacido el siglo XX. Y me he acordado de Baroja no por lo que estas líneas puedan tener de actuales, que lo tienen, sino por lo barojiano que le ha salido a los guionistas americanos ese personaje fascinante que interpreta Matthew McConaughey en la serie True detective, tan de moda.
No creo que a los guionistas de Hollywood se les pueda acusar de haber plagiado a Baroja porque a Baroja ya sólo le leen Andrés Trapiello y los aspirantes a aprobar la Selectividad, pero maravilla el éxito que está cosechando entre la gente joven el personaje de McConaughey, hijo tatuado, alcohólico y con coletas, del viejo y olvidado Baroja. Yo no creo como Calderón, que el delito mayor del hombre sea el haber nacido. Esto me parece una tontería poética. El delito mayor del hombre es hacer nacer. El perpetuar el dolor en el mundo me parece un crimen. Algo muy parecido a estas frases escritas por Baroja, las pronuncia el detective americano mientras chupa un cigarro y rasga latas de cervezas con una navaja campera. Es digno de estudio que el personaje mejor logrado de principios del siglo XXI sea la encarnación celuloide del pesimismo barojiano.
Las vedejas del tabaco que ascienden sobre el rostro castigado de McConaughey son la perfecta metáfora de esa niebla sucia que la actualidad levanta ante nuestros ojos. El meollo de la serie va de encontrar el modo de encausar a unos degenerados con dinero y poder que llevan años y años asesinando impunemente a pobres criaturas. Pero qué otra cosa es la Historia. Qué otra cosa es la actualidad. De qué va sino esta nueva amenaza de guerra, ahora en Crimea; de qué va sino este cansancio de sentirse en permanente estado de estafa, por mucho que algunos sigan empeñados en llamarla crisis; de qué va sino esto de las balanzas fiscales, de los desequilibrios macroeconómicos, de las vallas con concertina. Es el modo obsceno, brutal, con el que unos pocos degenerados sodomizan por diversión a cuanto se mueve por debajo de ellos. Ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno, dice Baroja, o la contemplación indiferente o la acción limitándose a un círculo pequeño. En True detective se tienen en cuenta las dos opciones. Woody Harrelson es el funcionario indiferente, el que cumple su papel, cobra su sueldo y se echa a dormir. McConaughey es nuestro preferido porque le pasa como a Messi, vomita cada vez que sale a cancha. Un día se le hinchan las pelotas y decide jugar por su cuenta. Se convierte en un 15M, un perroflauta con cojones, sin alboroto, sin Beatriz Talegón y sin Plaza del Sol. Nos gusta porque sabemos, con Baroja, que las espaldas de los héroes son la trinchera donde nos refugiamos los cobardes y los indiferentes.
Publicado el sábado 8 de marzo del 2014