En los entreactos, por tomar resuello, te he escrito este poema, que no todo no va a ser vocación.
Desde que me arrojaste de casa
con tus ardides, más claro veo,
oigo más nítido y más lejano,
marcha mi vejiga sin ambages,
no padezco mareos ni cólicos
ni ronco ni escupo ni vomito,
se fue aquella acidez de estómago
que tan desvelado me traía,
cago duro, puntual y breve,
y hasta orino clarete y atinado;
y tan grande revolución
ha provocado tu cornamenta
en mi cabeza, que al percatarse
en comunión con sus raíces,
no sé cómo ni de qué manera,
pero me ha brotado un pensamiento
en el centro mismo de este erial
desahuciado y triste que dejaste.
Eres un fenómeno, Florián. Me ha encantado éste post, sí señor. Y su amargura repleta de salvífica ironía. El final es, sencillamente, maravilloso. Un besazo.
Ya Aute y Rodríguez definieron el mágico momento y su melancólica soledad en "Dentro". 😉
Podrías intentar desmenuzar esta pericia en un más difícil todavía: metiéndote en el papel de una mujer.
Ahí queda eso.
Me sumo a la petición de que se meta en el papel de una mujer, aunque me da a mi que por ese aro no pasará… ¿me equivoco?
I.