RETRATO AL NATURAL DE JUAN CARLOS NAVIA

Tiene Juan Carlos Navia las sienes escarchadas, la nariz algo afilada, el rostro cargado de ángulos, y un modo moroso de hablar como de quien escoge con mimo las palabras para no darse ínfulas de resucitado. Porque Juan Carlos Navia ha estado en el más allá durante dos semanas. Y eso da carácter. Y misterio. Y distancia. Se fue al África a realizar su trabajo de productor de televisión y al volver traía en la sangre sin saberlo el veneno de la malaria. Lo que yo quiero es que me cuente su historia, pero él se empeña en  quitarle hierro a la palabra muerte. Cada vez que la cosa se pone cargada él se refugia en los ojos sonrientes de Lina, su mujer. El mejor regalo que he tenido al despertar, me confiesa, ha sido saber que la tengo a ella para empezar a vivirlo todo con más calma. Arruga la frente al hablar. Sube las cejas como si tratara de darle más espacio a las palabras. Puede que sea esa pose de gravedad que se les queda a los resucitados o tal vez sea su voz que suena abisal,  recogida, y que al hablar de su experiencia arrastra con ella a su cuerpo hasta ovillarlo, reducirlo. Cuando se pone profundo acaricia y gira sobre el dedo el anillo de boda. Prefiere no insistir en esa oscuridad de la que no ha traído sino ansias de vida. Es cuando hablamos de África, de sus proyectos nuevos, de su vocación de vividor de historias cuando su voz y su cuerpo vuelven a tomar vuelo y muestran lo mejor de él. Su humor. Su apasionamiento.  Voy a hacerle cada año, me dice sonriendo, una fiesta al mosquito. No será la fiesta de un lázaro que olvida sino el homenaje a los amigos reencontrados y, sobre todo, homenaje a los médicos que me salvaron y que siguen luchando para llevar su magia a tierras africanas. Y viene luego un pellizco de silencio. Es un silencio antiguo. Espeso. Casi se escucha el girar del anillo sobre su dedo enamorado.
La entrevista con JCNavia se publica en el diario HOY el domingo 15 de septiembre del 2013

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