En tiempos de Octavio Augusto la tecnología alcanzó suficiente nivel como para inventar la máquina de vapor. Pero a nadie se le ocurrió. Se conoce que no estaban preparados. Empezando por el propio emperador, que tenía en la cabeza cosas más importantes que el dedicar tiempo y dinero al bienestar de sus contemporáneos. Su afán por conquistar tierras y esclavizar hombres le valió una página en la historia, pero se perdió la penicilina y los viajes en tren.
Han pasado dos mil años y los científicos siguen lamentándose de lo mismo. Con el dinero que los Estados van a invertir en la salud de los bancos los científicos mejorarían la salud de toda la humanidad. Hay quien dice que existen medios y ciencia bastante para alargarnos la juventud hasta los cien años, realizar trasplantes de órganos como quien recambia las ruedas del coche, ordenar la demografía mundial y acabar para siempre con el hambre. Pudiera ser. Pero, por algún oscuro motivo, los que podrían hacer realidad esta utopía se dedican a cosas que los ciudadanos de a pie apenas comprendemos. Más de cuatro millones de parados y Zapatero , para hablar de la crisis, se reúne hoy en Moncloa con los treinta hombres más poderosos del país. Hablarán de oídas, digo yo, porque dudo que estos hombres sepan lo que es vivir en crisis. Como en la de Augusto, en sus cabezas un tintineo de monedas y de egoísmo impedirá que distingan lo bueno de lo práctico. En Europa, la juventud se echa a la calle a pedir cuentas. España, mientras tanto, se limita a nadar entre la indiferencia y la incultura. El otro día llegó al instituto una madre exigiendo que a su hijo le diera clases de latín un profesor nativo. Definitivamente, el progreso está ahí fuera, pero no parece que estemos preparados para entenderlo.
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El problema, amigo mío, con el bien general está, sin duda, en el bien particular.
En España, Flo, los jóvenes no pueden pedir cuentas: se les dan mal las mates. Y mucho menos pueden tomar las ca-lles, prefieren tomar las ca-ñas.
Será que en este cacho tierra los jóvenes nacen demasiado viejos, digo yo…