Si hago en Google la búsqueda de la palabra férula me salen cinco millones de resultados. En su gran mayoría, para referirse a férulas dentales, que son esas molduras o fundas de plástico con las que se pretende corregir algún defecto dental. Pero también hay publicidad de férulas para tibias, férulas inmovilizadoras del pulgar, férula antebraquial… Hay tantos tipos de férulas como miembros y huesos somos capaces de lastimar y corregir.
Todo el mundo sabe hoy en día lo que es una férula. Está en boca de todo el mundo. Pero, ¿sabemos de dónde procede la palabra? ¿Es de reciente creación o tiene detrás una historia? ¿Es correcto decir fédula en vez de férula?
Férula: una palabra que no está sola
Empezaré por esa última cuestión. Existe fécula y cédula. Existe Fedra. Y, por existir, existe hasta hérula, con hache, que es como se llama a los habitantes de una nación de los suevos. Pero, mira por dónde, fédula no existe. Lo correcto es férula.
En cuanto a su historia, no es una palabra nueva. Por el contrario está tomada directamente del latín, donde la palabra férula ya se empleaba, desde tiempos de Plinio, para tres usos distintos.
- En primer lugar, para designar una planta, de la que hablaré más tarde.
- En segundo, el báculo o bastón.
- Y en tercer lugar, se llamaba férula a la vara o palmeta con que los maestros castigaban a los niños de la escuela.
Aunque a primera vista no lo parezca, las tres acepciones están relacionadas.
En muchos diccionarios y libros de etimologías se le atribuye a la palabra férula un origen relacionado con el verbo ferire, que en latín significaba herir o golpear. Esto es algo con lo que no todos los estudiosos están de acuerdo. La propia Academia no se ha significado nunca y por toda etimología propone la palabra férula, que es, como ya he dicho, de donde la toma directamente el castellano.
Sin embargo, tendría su sentido que proviniera del verbo ferire, porque si tomamos la primera definición a la que me he referido antes, esto es: una planta, no hablamos de una planta cualquiera sino de una que en castellano recibe en la actualidad el nombre de cañaheja, de unos dos metros de altura, con raíces crasas y con un tallo recto, cilíndrico, hueco y ramoso que desde muy antiguo se usó para castigar a los esclavos. Ahora es más fácil entender la relación de los dos siguientes significados: bastón y palmeta, relacionados directamente con ese tallo y sus distintos usos.
La férula y sus inicios aparentemente inofensivos
Así, pues, la palabra férula empezó siendo una inofensiva planta cuyo tronco, pelado y pulido se usó para castigar o herir a los esclavos. Los maestros de escuela han usado desde tiempo remotos hasta no hace mucho, como todos sabemos y algunos hemos probado en nuestras propias carnes, unas tablas o palmetas con las que castigar a los alumnos. No debía tratarse de un castigo tan severo como el que se le podía infligir a los esclavos, por supuesto. Se trataba de un castigo menor, y eso explicaría esa terminación e –ula, que es el sufijo que los latinos usaban para el diminutivo, como si dijéramos pequeña sanción o castiguito, si lo traducimos literalmente.
El diminutivo latino ula/ulo está tan metido en nuestra lengua común que muchas veces ni nos percatamos de ello. nsa, por ejemplo, que de la voz latina globus provee el diminutivo glóbulo, de testis, testículo y de glande, que significaba bellota, tenemos nuestras glándulas, que, metafóricamente, son como pequeñas bellotitas.
Con este sentido de palmatoria la define ya Nebrija en su Vocabulario de 1495, es decir, que viene de lejos. Documentada está, desde luego, desde el siglo XIII; no obstante, no es usada por nuestros escritores del Siglo de Oro salvo en una ocasión, en un poema de Góngora, donde habla de la “magistral férula”, sin duda refiriéndose a la palmeta del maestro.
Efectivamente, el RAE de 1732 dice que férula “significa también el instrumento que en las escuelas de niños llaman palmeta, y sirve para castigar a los muchachos, dándoles con ella en las palmas de las manos”. Respecto a esto, en algún sitio he leído que llamaban férula también a las habitaciones de castigo (los famosos cuartos de pensar) donde se enviaba a los alumnos a los que se quería enmendar, aunque esta acepción no viene recogida en ningún diccionario.
Si viene en el diccionario del padre Terreros de 1787 que “en la Iglesia Oriental se llamaba férula a un lugar separado del cuerpo de la Iglesia y que servía para los penitenciarios de la segunda orden, y que no podían entrar en la iglesia”. Es fácil ver aquí que ese lugar apartado para los penitenciarios es muy semejante al “cuarto de pensar” con el que se enmendaba a los estudiantes díscolos. Y quiero subrayar la palabra enmendar, porque ese es el quid de la cuestión.
En el RAE de 1732 se hace una apostilla a esta palabra. Dice que “metafóricamente se toma la palabra férula por reprehensión o corrección áspera. Estar debajo de la férula significa estar sujeto a otro en cualquier línea”.
Aquí tenemos un nuevo viraje de la palabra, que ha crecido metafóricamente. Ya no se trata de un objeto con el que castigar y enmendar sino que el mero hecho de reprender o corregir a alguien de forma áspera también es una férula.
Estar bajo férula
Hace alusión alguien que usa su poder como si fuera el amo o el maestro que dirige, reprende, controla a alguien inferior. De ahí que la siguiente acepción que toma la palabras es “autoridad o poder despótico”. Estar bajo la férula de alguien significa, entonces, estar sujeto a una voluntad ajena con el objetivo de ser corregido y llevado por el buen camino.
De ahí es fácil colegir que si un hueso necesita ser corregido, el artefacto con el que se sujeta está ejerciendo de férula. Y, en efecto, así se recoge ya en el RAE de 1899 donde, como tercera acepción, después de cañaheja y palmatoria se dice que “en cirugía se llama férula a la tablilla flexible y resistente que se emplea en el tratamiento de las fracturas”.
De ahí a la férula dental no había más que un paso.
Y de este modo acaba, de momento, el viaje de una palabra que empezó como una vara de castigar y acabó como dispositivo terapéutico. Podríamos decir que el tiempo ha servido cómo férula para corregir y enmendar los viejos ánimos agresivos de la palabra latina.
Puedes escuchar este episodio de Te tomo la palabra (en Gente Corriente de Canal Extremadura) pinchando aquí.