La famosa cupletista Consuelo Vello la Fornarina, grabó hacia 1910 un cuplé que lleva por título “Sarasa”. Desgraciadamente no hay imágenes, solo sonido, y no muy bueno. A la Fornarina ya casi ni se la entiende. Pero lo que importa es entender que antes de la Fornarina la palabra sarasa solo se usaba como nombre de una localidad de Navarra o como apellido. Sin embargo, a principios del siglo XX, ayer como quien dice, la voz toma otro rumbo y pasa a significar “hombre afeminado”, que es como la define en 1918 el Diccionario general de Manuel Navas y Carrasco. La RAE la incluye a partir de 1925 con esa misma definición pero añadiéndole el apóstrofe de “marica”.
No obstante, en el Corpus del diccionario histórico de la lengua española, figura que fue García Lorca, en su Poeta en Nueva York, publicado en 1929, el que usó por primera vez en un texto escrito la voz “sarasa” como sinónimo de marica. Por lo que se colige del poema de Lorca, la voz “sarasa” era por entonces un localismo empleado en Cádiz para referirse a los hombres homosexuales, del mismo modo que en Sevilla los llamaban “apios”, y “cancos” en Madrid, solo que, por algún motivo, lo de sarasa se extendió al resto del país y lo de apios y cancos, no. Es un poema curioso. En él Lorca hace una interesante enumeración de las palabras que en distintos puntos del mundo se usan como sinónimos de “marica”. El poema dice así:
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos gotas de sucia muerte con amargo veneno. Contra vosotros siempre, «Fairies» de Norteamérica, «Pájaros» de La Habana, «Jotos» de Méjico, «Sarasas» de Cádiz, «Apios» de Sevilla, «Cancos» de Madrid, «Floras» de Alicante, «Adelaidas» de Portugal. ¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
|
En efecto, si vamos a la edición digital actual de la RAE, en su sexta acepción, veremos que en C. Rica, Cuba, Ec., Pan. y R. Dominicana se sigue llamando “pájaro” al Hombre homosexual.
En cuanto a la etimología hay dos versiones
Por un lado, la del lexicógrafo catalán, Joan Corominas, quien en su Diccionario Etimológico de 1954, opina “que proviene de la voz çaraça “especie de ungüento o pasta venenosa empleada para matar animales” ya usado en La Celestina. De ahí se aplicó zaraza a la mujer de mala vida, y luego pasó a aplicarse a hombres de modales y gustos mujeriles”. Esta acepción no debió convencer a la RAE, pues nunca la añadió.
Para la doctora en Estudios semíticos y árabes de la Facultad de Filología de Berlín, María del Carmen Hidalgo, sarasa proviene de la voz saris, de origen acadio y que llega al árabe con el significado de “impotente”, “el que no tiene relaciones sexuales con mujeres”.
En cualquier caso la RAE no quiere relaciones con ninguna de las dos versiones y sigue sin aportar etimología. Lo que sí ha hecho en su última edición de 2021 ha sido suprimir la palabra “marica” de su definición y define al sarasa como: hombre afeminado.
¿Pero de dónde viene la palabra marica y por qué y cuándo se convierte en insulto?
Francisco del Rosal, en su diccionario etimológico de 1611 afirma que es el nombre que los griegos daban a las sirvientas. Esta etimología no ha tenido mucho éxito. La que ha triunfado es la que afirma que se trata del diminutivo de María, que, al menos desde el cristianismo, es el nombre femenino por antonomasia y, por tanto, el que representa todo lo que tiene relación con la feminidad. Incluso la feminidad tomada como un insulto. Del mismo modo que al que llora le llamamos llorica, al que se queja, quejica; al que tiene comportamientos de María, lo llamamos marica. O mariposón, marimacho, marica, mariquita, maricallo, maricón. Todas parten de la voz María. Como de María procede también la palabra marioneta, que es como los franceses durante la Edad Media llamaban a ciertas figurillas de madera o yeso con las que representaban a la Virgen María.
Cosa de americanos
Hay quien ha querido ver en esto una explicación de por qué en ciertos diccionarios, por ejemplo en el RAE de 1734, se comenzó a definir la palabra marica como “el hombre de carácter afeminado y de pocos bríos, que se deja manejar”, como una marioneta.
Marica, pues, hacía alusión a la falta de carácter, no sus tendencias sexuales, que no sería hasta 1846, en el diccionario de Vicente Salvat, donde se dice por primera vez que en Lima llaman maricón a ciertos hombres que afectan imitar a las mujeres en sus maneras, inclinaciones, y a veces hasta en el vestir, sustituyéndolas en los actos impúdicos.
Es decir, que lo de relacionar maricón y sexo es cosas de los americanos.
Hombres sin carácter
Es una teoría interesante, con la que no todos los lexicógrafos están de acuerdo. Entre otras razones, porque es de suponer que si los diccionarios españoles de los siglos pasados no decían nada de las tendencias sexuales es porque en esos tiempos era de mal gusto, si es que no estaba directamente prohibido, hablar con descaro de sexo, y mucho menos de la homosexualidad, para la que se recurría a circunloquios y expresiones como “pecado nefando” o “sodomía” o “actos impúdicos”.
Si nos fiáramos solo de los diccionarios, aquí nunca hubo maricones, hubo hombres sin carácter y de poco brío. Lo del mariconeo es cosa que nos llegó de fuera, vicios de los americanos, como lo de sarasas fue cosa de acadios y de judíos y de árabes hasta que la Fornarina lo convirtió en cuplé.
Puedes escuchar esta entrada de la sección Te Tomo la Palabra sobre la palabra «sarasa» también en los podcast de Canal Extremadura, pinchando aquí.