Nadie duerme en la calle por gusto propio. Nadie se pone a merced del viento, del sol y de la lluvia, de los niñatos sin escrúpulos, de los nazis que te queman en la noche, de los proxenetas que te explotan las entrañas.
Nadie que no sea Diógenes vive en la calle como un perro por propia voluntad. En Extremadura, por fortuna, no es frecuente ver a personas durmiendo en los soportales de los bancos, alicatada su miseria con cartones y periódicos atrasados. Por eso cuando un extremeño visita Madrid es imposible que no se le caiga el alma a los pies a cada paso, porque no hay esquina sin su pobre de pedir y su metro cuadrado sin su porción inevitable de miseria.
Es evidente que Gallardón está en lo cierto: algo hay que hacer, por humanidad y por decencia, pero no precisamente mudarlos de sitio como a trastos que se esconden cuando llegan las visitas. Hay que tomar medidas, pero humanitarias, reales. Esa medida que propone no es más que un parche electoralista y sin ética, pero que no hace al problema menos real ni menos urgente. El problema es la miseria que crece, el desempleo, las deudas que atosigan, el hombre convertido en número y el dinero en Dios.
Y la máquina de crear penurias funciona a pleno rendimiento. Telefónica, que este año ha aumentado sus beneficios en un pellizco importante, tiene pensado recortar su plantilla. La Banca, que, como Lanzarote del Lago, nunca se vio tan bien servida, seguirá subiendo tasas y despidiendo gentes. Cada vez es más ofensiva la distancia entre ricos y pobres. Y, a decir de los expertos, seguirá aumentando. Tiene razón Gallardón: un hombre que duerme en los soportales de un banco aplastado por la miseria es un espectáculo vergonzoso. Pero el enemigo no es el hombre. El enemigo es la miseria.
Publicado en el periódico Extremadura
Tu observación es la misma que podría hacer yo en Buenos Aires.
A mi me atemoriza la mirada distraida, el pasar por al lado y no mirarlos, hacer como si fuesen invisibles, hacerlos sentir invisibles…
Porque que el sistema, la economia o los políticos los quieran hacer invisibles, no quiere decir que lo sean y menos quiere decir que nosotros no debamos verlos.
Me asusta la insolidaridad, la costumbrización de que estén en la alcantarilla de la ventilación del subte; pero más me asusta que nadie parece preguntarse por qué es que están ahí.
Un abrazo,
Cris M
En estos días que vivimos y que yo jamás viví noto en mi interior un desasosiego que me empuja a pensar que pronto pasará algo. No quiero que pase, pero al paso de los días uno se pregunta algo tan sencillo como eso que tú Florian tan sencillamente planteas. Porque Teléfonica, BSCH, Endesa, etc, etc, cada día se forran los bolsillo con billetes de 500 € y yo me pienso una y mil veces si entrar a tomarme un café en el Bar de la esquina. La cosa se pone inaguatable para el pobre y el rico prepara su fortaleza para que no le molesten.
Olvídate, Flo:
la solución no estuvo, ni está ni estará en las decisiones o florituras mentales de ningún equipo político ni de ninguna de sus preclaras lapas. Ahórrate reflexiones al respecto.
Toca la solidaridad de estar por casa, la de la gente con la gente, que es real, tangible e inmediata. Ahora sí que toca sentar a un pobre a nuestra mesa, dar de beber al sediento y aliviar a los afligidos. Pero de verdad y de una puta vez.
Y toda esta gentuza, esta panda de politicuchos y adevenedizos de salir en fotos, ese que dice que la Tierra es del Aire y su puñetera madre… Todos ellos (y alguno más que se me olvida)¡a cagar a la vía!…
¡Qué asco me da el poder, el sistema y quienes lo detentan y mantienen, la gestión autonómica y las Mancomuninades de Gilipollas, los organismos del bla-bla y los observatorios de la Nada!.
¡Qué profundo asco, Dios mío!… ¡Qué país de cagarruta y panderetas!… ¿Hasta cuándo seremos capaces de soportarlo y, lo que es más grave, de tolerarlo?…
PD: Siento la profusión de exabruptos, pero me pillas en uno de mis Días de Furia. Casi estoy por comprarme un trabuco.
¡Ah!… Que se me olvidaba… Sobre la perla de Gallardón acerca de que 'el enemigo no es el hombre sino la miseria', permíteme decir, con la ingle en plan vaivén y como el muñeco Rockefeller encima del atril… ¡¡TOMA MORENO!!… Joer con Albertito, que se nos ha hecho 'animista' y se ha cubierto de gloria. Ahora resulta que la miseria nos ataca espontáneamente por voluntad propia. No es una creación del hombre. ¡Noooooooooo, qué vaaaaaaaaa!. Tampoco Chernobyl, ni la bomba de Hiroshima, ni el Holocausto, ni el Crack del 29. En fin… Vivir para ver. Un beso.
Sentimos ¿verguenza o miedo? cuando pasamos por su lado,lo peor es la indiferiencia.!Muy buien áticulo¡ donde se aprécia la grandes diferiencias, de esta sociedad en que vivimos.