En el Arca de Noé todos tienen pareja. Navegan sin saber a dónde, pero son dichosos en medio de ese océano que de pronto se ha tragado al mundo llenándolo de humedad y salitre. Por las noches, el Arca desprende un arrullo amoroso que apenas sofoca el golpeteo del agua contra los lomos de la nave. Todos tienen en el Arca un pecho ajeno donde dormir, un pico, un belfo, un hocico parejo con el que ir soñando en repoblar la Tierra. Todos, menos el pobre palomo, que anda muriéndose de celos en su jaula de mimbre. Por qué precisamente ahora, que ha dejado de llover, se llega Noé hasta la jaula y se lleva a la paloma, separándola de su natural marido. ¿Acaso no es él cumplidor como el que más? ¿Acaso han encontrado mejor sujeto con el que emparejarla? ¿Presentó acaso la paloma alguna queja ante Noé? Cuántas dudas, cuántos celos, cuánta soledad en medio de aquel reducto de tablas elegido por Dios para llenar de amor el mundo.
Mal comienzo para un mundo nuevo.
¿Se equivocó la paloma?
Suso, se equivocaba ;-))