LEON BLOY: MIS DIARIOS

Mis Diarios
León Bloy
Edición y versión Cristóbal Serra
Editorial Bitzoc 1998 
León Bloy, París, 1846-1917. Pocos libros tan tristes como estos diarios. Tristes no sólo por cuanto significa el esfuerzo estremecedor de tener que mirar la cara de la Miseria durante más de cuatrocientas páginas –“hoy hemos abierto la hucha de nuestra hijita para poder pasar el día”-, sino por la deprimente tarea que supone contemplar un talento indiscutible de las letras obcecarse en una especie de misticismo que lo llevó a creerse hombre de lo Absoluto, portador de una misión, el último de los profetas, hasta morir en una indigencia escarnecedora.

Esculpidor de frases contundentes y sublimes -“el deshonor consiste en prometer e incumplir”, “el escritor debe llevar su obra escrita en el rostro”-, trabajador infatigable de cuentos y novelas, ensayos y biografías es, sin embargo, en sus ocho tomos de diarios donde mejor y más al descubierto queda el hombre que fue León Bloy. Por sus páginas transcurre el hundimiento del Titanic, la muerte de Granados, la Gran Guerra, todo lo que pasó por sus ojos y por su colérico cerebro en el espacio de tiempo que va del año 1892 a 1917. Pero el verdadero protagonista de su diario es Dios, un Dios con el que mantiene charlas íntimas y para el que sólo es digna la sangre de martirio.
En estos diarios nos enfrentamos a un hombre extremadamente excéntrico, un hombre que se cree un genio fuera del tiempo, un creyente que ha optado por un camino – el del cristianismo- y lo va a seguir con todas sus consecuencias hasta el final, a sabiendas de que ese final no puede ser sino trágico. Pero a León Bloy no le asustaba la sangre. De hecho, habría derramado muy gustoso toda la sangre de los “Burgueses del Mundo” – sus declarados enemigos-, si con ello limpiaba de maleza el jardín de su señor. Una cosa como para helarte el corazón. Y no obstante no deja uno de sorprenderse de la coherencia que encerraba toda esa locura. De qué otro modo podría plantearse la vida alguien que tenía clavados sobre el cogote los ojos de Dios. Por eso dice en una de sus páginas que no entiende ningún libro que no trate sobre los pobres. Y él vivió toda su vida en una pobreza extrema, mendigando a los amigos unos centavos con los que pagar el carbón y huyendo de los rentistas.
Fue, en fin, un hombre incomprensible para los hombres de su tiempo -proclamaba la santidad de Cristóbal Colón y la divinidad de Napoleón-; soñó que los tiempos futuros sabrían escuchar su apocalíptica voz de botarate, pero esos tiempos no llegaron y no confío en que lleguen jamás. Sigue siendo un hombre incomprensible. Sin embargo, en sus páginas hay grandeza, hay coherencia –aunque sea la coherencia de la fanática locura-, hay amor por la palabra, entendida, curiosamente, como arma cargada de futuro.
He aquí algunas frases y fragmentos sacados del libro:
.- El deshonor consiste en prometer e incumplir.
.- La Idolatría consiste en preferir lo Visible a lo Invisible
.-Todo escritor debe llevar sus libros impresos en el rostro.
.- ¿Qué nos deparará mañana? ¡Qué vida! Nos arrastramos así, vacilantes, ebrios de deseo y locos de angustia, de un día a otro, de una semana a otra, de un año desesperante a un año homicida, esperando al Señor su Cántico nuevo…
.-¡Es preciso ser mendigos a las puertas de los cementerios! ¡Mendigos vestidos de fuego!
.-Todo libro en el que no se habla del pobre, en el que no se tiene en cuenta al menesteroso, es un libro sobre el que hay que escupir
.-La Miseria es la falta de lo necesario, la Pobreza es la falta de lo Superfluo.
.-¿Qué es tener una buena conciencia? Es estar convencido de que se es un perfecto canalla.

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