A veces resulta que para vencer a un gigante son más válidos el arrojo y la voluntad que la novedad de las armas. Ulises venció a Polifemo con un simple palo, y con una humilde piedra derrumbó David a Goliat. Lo que tenían más a mano. Paradojas de la vida, el hombre moderno, sin embargo, con tener las manos tan atiborradas de cacharros, se ve imposibilitado para derrocar a ese gigante llamado Consumo que lo aprisiona y lo esclaviza. Más ciegos que Polifemo, nos cuesta comprender que el arma que más a mano nos cae es dejar caer todos los cacharros de las manos, a ver si así se nos muere el monstruo de inanición.
Para empezar, no estaría de más, como gesto revolucionario, aparcar el coche y regresar a los pacíficos lomos de una bicicleta. El coche se ha convertido en el símbolo de nuestras claudicaciones. No sólo ha cambiado la piel de las ciudades y ha pintado varices en los mapas del mundo, es que ha moldeado nuestro carácter, nuestras almas. Nos hace perezosos, irascibles, nos trabuca el sentido del tiempo, confunde las prioridades. Y nos arruina. Hemos entregado nuestra libertad a las petroleras –es decir, a los bancos, a las financieras, a los especuladores-, a cambio de una hipoteca con ruedas.
El hombre moderno es un yonqui de mil cosas que no necesita si no para saciar la voracidad de sus camellos, los gigantes. Imposible derribarles con sus propias armas. Hasta inmunes se hicieron a las huelgas y las manifestaciones. La única guerra a la que temen es la de la voluntad individual para decir que no. Como Ulises, encerarse las orejas voluntariamente para no escuchar esos cantos de sirena con los que tratan de convencernos de que la felicidad es un saco que hay que llenar con cacharros que ellos mismos nos venden.
Excelente artículo Florián. Yo utilizo la bicicleta diariamente y lo recomiendo a todo el mundo. No contaminamos, no hacemos ruido, no consumimos energía, mantenemos la salud. La bicicleta es sin duda el vehiculo del futuro en las ciudades.