Garra, garrote y una mona

No sé si usted sabía que el que fuera presidente del club de fútbol Real Madrid entre los años 1937  y 1939, Antonio Ortega Gutiérrez, fue condenado a morir mediante el garrote vil al acabar la Guerra Civil. De la palabra garrote va la historia de hoy. Y de garra. Y de engarrotarse y agarrotarse. 

Pero vayamos por partes, ¿cuál es más antigua, garra o garrote?

En el siglo XVI ya hay constancia de las dos en algunos diccionarios bilingües. Y ambas están recogidas en el Tesoro de la Lengua Castellana de Covarrubias de 1611, aunque tanto garra como garrote no significaban en su origen lo que ahora. Por ejemplo, garra, que proviene de la voz árabe garfa, significaba “puñado o cantidad de algo que se puede agarrar con una mano”.

En efecto, en la Edad Media y hasta el siglo XIII, una garfa era una medida de capacidad equivalente a 1/32. Pero también se empleaba garfa y garfar o agarfiar en lugar de “agarrar”. En la creación de esta palabra hubo una confluencia de dos voces: la voz árabe garfa –de la que ya hemos hablado -, y la palabra latina graphium, que era un punzón que usaban los latinos para escribir. De ambas nace el garfio y el agarfiar, que es de donde procede nuestra voz agarrar. Por eso cuando Covarrubias define la palabra agarrar en su diccionario dice que es “asir de alguno con la garra, como hacen las aves de rapiña”. Sin embargo, el RAE, cuando la define por primera vez en 1726 dice ya que agarrar es “coger con la mano cualquier cosa asiéndola fuertemente”; es decir, que para el siglo XVIII el ave de rapiña ya había echado el vuelo. Quiero decir que al menos desde el siglo XVII la palabra ya no tiene connotación negativa y es solo un verbo sinónimo de coger, así, sujetar, etc.

Agarrémonos ahora a la palabra “garrote”

El diccionario de la RAE dice que proviene de la palabra francesa “garrot”, pero hay muchos lexicógrafos que no lo tienen tan claro. Lo que sí es seguro es que su significado inicial era distinto al que usamos en la actualidad. Dice Joan Corominas en su diccionario etimológico que “la acepción más antigua parece ser “proyectil de madera que se lanzaba con una especie de ballesta”. No conocemos los orígenes, pero al menos sabemos que desde la antigüedad la palabra está relacionado con un trozo de madera. Así lo recoge también Covarrubias cuando dice que garrote es “un pedazo de leño rollizo que se puede empuñar en la mano”. Eso explica la expresión “estar tieso como un garrote”, que ya se usaba en el siglo XVII. De ahí claro, nuestros verbos agarrotar y engarrotar.

¿Cuál es la diferencia entre agarrotar y engarrotar?

Engarrotar se usa para expresar el entumecimiento de los miembros por causa del frío. Agarrotar también puede usarse en ese sentido, pero, su sentido primero es ajustar o apretar algo fuertemente, sin necesidad de garrote. También, por supuesto, se llama agarrotar el dar garrote a alguien, es decir, ejecutarlo mediante el garrote.

Y aquí ya entramos en el lado siniestro de la palabra.  

La historia del garrote como instrumento de tortura viene de muy atrás, nada menos que desde la República Romana, aunque ellos lo llamaban con otra palabra: laqueus. La palabra puede que fuera distinta, pero el resultado era el mismo: un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola que, al ser girado, rompía el cuello del condenado.

garrote vil

En España se practicaba más la horca, sobre todo para las clases inferiores. A los nobles se les practicaba la decapitación. ¿Por qué? Pues no solo porque el suplicio era mayor sino también porque significaba muerte demasiado larga, dolorosa, humillante y deshonrosa, amén de que durante mucho tiempo se consideró que morir en la horca te cerraba las puertas del cielo.

GARROTE NOBLE, GARROTE ORDINARIO Y GARROTE VIL

Es por todo esto que por Real Decreto de 24 de abril de 1832, Fernando VII abolió la pena de muerte en la horca, disponiendo que a partir de ese momento se ejecutase a garrote a todos los condenados a muerte. Pero eso no significaba que se hubiera igualado a los distintos estamentos. Seguía habiendo clases y clases. La nobleza conservó el privilegio de decapitación, que para algo los llaman los conservadores. Para el resto, el garrote, que se dividió en tres ligas diferentes, como en el fútbol. En primera división estaba lo que se llamó el garrote noble, destinado a los hidalgos; el siguiente nivel era el garrote ordinario, reservado para personas del estado llano, y el garrote vil, para reos de delitos infamantes, es decir, el magnicidio, el parricidio, el infanticidio, etc.

En cualquier caso, el modo de morir era exactamente el mismo: por supuesto. Lo que variaba era el modo de ser conducido al patíbulo. Es decir, el teatrillo, el recochineo. Porque no solo te mataban, es que encima se mofaban.

De este modo, los condenados a garrote noble iban a caballo ensillado; los condenados a garrote ordinario, a lomos de una mula; mientras que los que habían sido castigados con el garrote vil lo hacían en burro. Y no solo eso. El condenado a muerte con pena de infamia era conducido desde la cárcel al suplicio en un jumento dirigido por el verdugo. El parricida, vestido con túnica blanca, llevaba la cabeza descubierta y sin cabello, una cadena de hierro al cuello y las manos atadas a la espalda. También portaba, en el pecho y en la espalda, un cartel donde se anunciaba su delito. Le acompañaban siempre dos sacerdotes, el escribano y los alguaciles enlutados, además de la correspondiente escolta. En el camino hacia el patíbulo, a cada doscientos o trescientos pasos, el pregonero iba publicando en alta voz el nombre del delincuente, el delito por el que había sido condenado y la pena que se le había impuesto. Además, por si alguien no se había enterado de que te estaban dando garrote, había unos tipos tocando unos tambores especiales: unos que llevaban los parches flojos y que recibían el nombre de “cajas destempladas”.

El último ejecutado por garrote en España lo fue en 1974. Pero si parece una barbaridad lo de agarrotar al parricida, invito a buscar en el diccionario la palabra “encubar” y leer su segunda acepción, esa donde se dice que encubar es “imponer un castigo que se usó en otro tiempo, consistente en meter a los reos de ciertos delitos, como el parricidio, en una cuba con un gallo, una mona, un perro y una víbora, y arrojarlos al agua”. Que digo yo que qué culpa tendrían los pobres animales de que un señor o señora hubiera matado a su padre. Es más, ¿de dónde sacaban una mona?

Esto, claro, no lo explica ningún diccionario.

 

[Esta entrada forma parte de la sección Te Tomo la Palabra que, semanalmente se publica en el programa Gente Corriente de Canal Extremadura Radio.]

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