Atácate, so farraguas

Farraguas es una palabra muy frecuente en boca de las madres extremeñas. Al menos lo era. Recuerdo que mi madre nos sometía a mis hermanos y a mí a un ineludible rito a la hora de salir hacia el colegio: nos pasaba revista a las orejas, las uñas, el cabello, nos echaba un último vistazo a los zapatos y a la ropa y era raro el día en que, por un motivo u otro, no la escuchabas decir «atácate bien esa camisa, hijo, que vas hecho un farraguas».

Farraguas es una palabra curiosa. Su etimología es incierta. Tal vez de fárrago: mezcla de granos, revoltijo. Tendría sentido y la metáfora es fácil de entender, ya que un farraguas lleva la ropa hecha un revoltijo, sacada de los lugares que le son propios.  

La RAE ha registrado la palabra farraguas en tan solo cuatro ocasiones -1927, 1950, 1984 y 1989- y siempre la ha anotado como un localismo situado entre Extremadura y Salamanca.

La definición que le ha dado también es curiosa: joven o muchacho travieso, revoltoso.

Cuando se anotó por primera vez, allá por los principios del siglo XX, tal vez ese fuera el significado. Luego no se volvió a revisar el significado y en las tres ocasiones siguientes figuró con la misma definición, que era evidente que ya no tenía validez.

En cualquier caso, parece una evolución lógica: el muchacho travieso suele ir desaliñado. Por eso el Diccionario Virtual Extremeño define a la palabra farraguas como “persona desaliñada o descuidada en el vestir”, y añade: el que lleva la camisa por fuera con los jarapales asomando. Los jarapales son los bajos o faldones de la camisa y es una voz que procede de  Jarapo, que tiene su origen en harapo, de la voz antigua harpar (hoy arpar): rasgar con las uñas, hacer pedazos una cosa.  

Lo contrario de un farraguas era alguien bien vestido o bien “atacado”.

farraguas atacados

Y si farraguas fue un localismo más o menos centrado en Extremadura y Salamanca, lo de atacarse se usó en casi toda la península, con el significado de atar, abrochar, ajustar al cuerpo cualquier pieza del vestido que lo requiere. Ya en 1495 Nebrija habla de “atacar las calzas”.  Pero también, como todo el mundo sabe, atacar puede significar acometer, embestir; incluso dañar o destruir, como cuando decimos que un virus atacó a nuestro ordenador.  

Y es que, en realidad, aunque suenen y se escriban igual, estamos ante dos palabras distintas. Por un lado, tenemos atacar como acometer o dañar, que proviene del italiano attaccare. Y, por otro, el atacar como atar, abrochar, cuyo origen es árabe, en concreto, un derivado de la voz arábigo-hispana tákka, la cual, a su vez, desciende del árabe clásico tikkah, ‘cinta para sujetar una prenda’. 

Un largo viaje el de estas palabras. Largo y confuso. Pero lo que está claro es que, ya fuera en el XIX o en el siglo XX, si eras extremeño y llevabas los tacos y la camisa mal ajustada no te librabas de que tu madre, al salir de casa, te gritara «atácate los jarapales, so farraguas».

 

[Este artículo forma parte de la sección Te Tomo la Palabra que forma parte de Gente Corriente, programa semanal de Canal Extremadura Radio.]

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

CLOSE
CLOSE