Son las tres de la mañana. El mundo es un hormiguero asustado. Bin Laden ha muerto y su fantasma estremece de terror a Occidente. ¿Qué nos está ocurriendo para que el mayor triunfo de un Nobel de la Paz sea la muerte de otro ser humano? Son las tres de la mañana, el miedo se ha disfrazado de tormenta y está azotando el cielo de la noche. Como tantas veces, el mejor refugio es una grata lectura. Leer es compartir un anhelo, apostar por el futuro. Aunque sea leyendo este libro, Epistolario Secreto, de Carmen Fernández Daza, que no es precisamente un libro sobre el porvenir sino sobre el tiempo detenido: el tiempo del amor.
Es un libro donde todo es ficción, desde el prólogo hasta la contraportada; lo único verdadero es el sentimiento: una pasión por la palabra escrita que constituye la espina dorsal de las cinco epístolas que componen el libro. Porque Carmen F. Daza recrea en un género ya en desuso un mundo en desuso con un lenguaje en desuso y, sin embargo, todo ello es francamente necesario. Necesitamos que alguien nos recuerde «que la más alta de todas las sabidurías se alcanza en el ejercicio del amor«, que somos nietos de Odiseo, el inventor de la saudade, que corre por nuestras venas sangre de Lesbia, de Cintia, que somos hijos de Eloisa y Abelardo, «dos carnes de una sola identidad alentada en el verbo», que somos, en fin, Europa: una legión de gigantescos fantasmas literarios, hastiados ya de tanta barbarie.
Platón no quería escritores en su República, solo políticos y filósofos. Allá él. Lo cierto es que, en tiempos de crisis, de muertes misteriosas, de secretos de guerra, solo los poetas como Carmen nos brindan el consuelo de otros espacios mejores, más libres.
Son las tres de la mañana, sobre la mesilla un libro y en el libro un mundo.
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A veces me alegro de contar con los libros o con canciones que me acojan cuando el mundo me lleva por delante, me atropella y sigue sin pedirme disculpas. Pero me entristece que ese espacio de palabras completas (y no consonantes sin vocales o en otro idioma), amables, reflexionadas, que expresan sentimientos (y no "emoticones") exista en los libros y no en el mundo real, en la vida diaria…
Los poetas, escritores, cantautores siempre fueron necesarios… antes les prestaban las palabras principalmente a los que no sabian como escribir una carta de amor, o nos regalaban una historia para ir a vivir con otros durante el tiempo que nos tomabamos para leer las páginas necesarias para contar la historia; hoy son imprescindibles para recordarnos que podemos vivir de otra manera, que ser amable, respetuoso, tolerante, amado y amante no es ciencia ficción, sino que es lo que ocurre cuando miramos al otro a los ojos en vez de mirar constantemente la pantalla del celular.
Un abrazo,
Cris M
gracias Cris por tu comentario. Yo también soy de lo que opinan que, de momento, el hombre sigue necesitando el consuelo de los libros, de sus historias, de sus enseñanzas. Pienso ahora en una cosa que cuenta Dión de Prusa respecto al pueblo de Alejandría, que eran, como nosotros, más dados al boato y a la palabrería que a las cosas que en verdad le importaban. Y dice así:
" Cometéis el mismo error que en otro tiempo cometieron los atenienses. Éstos, al decirles Apolo que, si querían tener hombres buenos en la ciudad, debían poner lo más hermoso en las orejas de los niños, les perforaron una oreja y les pusieron adornos de oro, no entendiendo lo que quería decir el dios: (…) que a los hijos de los griegos no les iba bien otra cosa que la educación y el buen juicio".
Pues eso, un abrazo.