Aseguran que si los hijos bastardos del rey se juntaran para hacerse una foto parecería la portada del Sgt. Peppers de The Beatles. Los viajes suyos en moto eran legendarios. En los sesenta las madres no decían a sus hijas cuidado que viene el tío del saco sino cuidado que viene el de la moto y te bastardiza. Era un rumor generalizado y, aunque el monarca conducía oculto bajo un casco, a los españoles siempre nos pareció más transparente que el vestido de la Pedroche. Nadie decía nada por dos razones fundamentales, por miedo y porque aquí siempre ha imperado el ideario de Los Chunguitos. A saber, tradición, sumisión e ignorancia.
La Policía Nacional ha detenido a dos cameruneses acusados de matar a unas diez personas que iban a bordo de una patera rescatada el pasado 5 de diciembre. El motivo del homicidio fue, al parecer, un malentendido. El trayecto era largo; el destino, incierto; la mar, picada; la barca pequeña y los pasajeros muchos, más de cincuenta, entre ellos una docena de bebés. El miedo hizo que las víctimas se pusieran a rezar a su dios; y los homicidas, que no entendían el idioma de los rezadores, pensaron que lo que estaban haciendo era poner de mal humor a los demonios del mar con las dichosas jaculatorias. Así pues, con la presteza que dan la ignorancia y el miedo, arrancaron unas tablas del fondo de la barca, golpearon con ellas a los fieles y dieron con ellos a la mar. Con ellos y con el resto de la tripulación, claro. La barca se hundió y menos de la mitad del pasaje ha sido rescatado.
Esto, que suena a cuento de García Márquez, acaba de ocurrir en nuestras costas y en nuestro siglo. A mí me recuerda a aquella fábula que cuenta Der Níster en su libro La familia Máshber. Dice que hubo una vez un ermitaño que decidió viajar a una tierra lejana para buscar un medio de vida. Llegó a una ciudad de aquel país y se encontró con un idólatra. El ermitaño le dijo: “qué necios sois y qué ciegos estáis por servir a ídolos”. El idólatra contestó: “y usted, ¿a quién adora?”. “Yo, respondió el ermitaño, sólo sirvo a aquel que alimenta a todos, que nutre a todos y a quien ningún dios es equiparable”. “Me parece que, si es así”, dijo el idólatra, “tus palabras se contradicen con tus actos. Porque si lo que dices fuera verdad te habrías ahorrado viajar a un país tan lejano para buscar tu medio de vida. Deberías haberlo encontrado en tu propia ciudad y en tu propio país”.
Es como si Der Níster nos estuviera diciendo, yo no digo que Alá no sea grande, pero no lo será tanto si necesita que lo defiendan a tiros. Que es lo mismo que decir, mira muchacho, si naces pobre de pedir, las desgracias te obligan a exiliarte, las desdichas te persiguen hasta la misma patera y el mismo mar se pone en tu contra, a lo mejor lo que deberías es pararte a pensar que Dios no existe o que pasa de ti. La verdad es que todo apunta a que hay más posibilidades de que seamos hijos bastardos de un rey que hijos inmortales de un dios. Pero somos una raza inmune a las evidencias. Y eso no hay patera que lo resista.
Publicado en el diario HOY el sábado 17 de enero de 2015