Ayer noche pasaron un documental en la 2 sobre Álvaro Cunqueiro. Fue emocionante. Profesores, dramaturgos, poetas, novelistas e incluso su propio hijo, hablaron de lo que en opinión de ellos ha significado Cunqueiro en la literatura española. Y es curioso: todos estaban de acuerdo de que no ha significado apenas nada. Nada en lo general, pero ha cambiado la sensibilidad literaria de muchos particulares. Un servidor, por ejemplo.
Admite su hijo en un momento de la entrevista que los libros de su padre ni son ahora ni lo fueron nunca muy leídos pero que aquel que entra en el mundo de Cunqueiro se transforma de tal modo que es como si pasara a formar parte de una peculiar secta. Yo soy uno de estos. Tengo todos sus libros, en prosa, poesía, teatro, artículos, novelas y cuentos. Y a ellos vuelvo una y otra vez como a una fuente de agua para el alma, acaso porque, como él escribió en uno de sus artículos, a mí también me ocurre que es la literatura “el mundo en el que más cómodamente sueño, mundo de letras, tantas veces ardientes como el de la sangre, es decir, de la vida. “Casella mío..” 7 de enero de 1975.
El reportaje, en el que echo de menos la música de Amancio Prada, es, sin embargo, amplio, ameno, emotivo, y ayuda a entender, no tanto al autor, como a los lectores cunqueirianos, esa pequeña legión de ratoncillos hipnotizados con el canto mágico y dulce del maestro y que siempre, inevitablemente, tal que ratoncillos, nos dejamos engullir por el verbo sin fin de este tipo genial. Y es que cada libro suyo, incluso cada artículo, es un viaje maravilloso por la imaginación, por la historia de Occidente, una invitación a olvidar los prejuicios del idioma, del espacio-tiempo, de lo posible y de lo imposible: en una de sus novelas hay un personaje que queda preñada a una moza porque como era policía y estaba en misión secreta, se había disfrazado “ la mitad del cuerpo simulando ser la esquina de una calle con balcón, con un letrero azul que decía Rúa de Flegelón, y la otra mitad del disfraz una sombra que daba en la esquina. La moza de panadería salió a tomar el fresco, y se apoyó allí para ver la luna”. Y, claro, pasó lo que tenía que pasar. El propio Cunqueiro, en el artículo “Ir y venir” de 1954, dice: «Viajamos con nuestras imaginaciones y recuerdos, y lo que vamos creando o soñando son memorias y nostalgias. Quizá sea verdad que el fin último de toda cultura es la invención y la melancolía».
De Álvaro Cunqueiro se pueden decir infinidad de cosas, pero, para qué insistir. Mejor, al que le interese, que lea sus libros. Además, entre otros, Francisco Umbral dejó un maravilloso retrato de Cunqueiro en su libro Palabras de la Tribu, que, fragmentado, copio aquí, y con ello creo que se puede hacer uno cabal idea de la altura de este escritor. Atención a la frase: Cunqueiro es un test de sensibilidad nacional.
Aquí estoy yo, hace ya unos años, en Mondoñedo, con Cunqueiro.
Francisco Umbral,
Palabras de la tribu: “Cunqueiro, un hombre que se parecía a Orestes”.
Álvaro Cunqueiro es un genio literario en gallego y en castellano, en verso y en prosa. Álvaro Cunqueiro no tuvo más gloria, en vida, por dos razones: su cerrado mundo galaico y su militancia falangista. Esta militancia, naturalmente, era estética y acomodaticia, pero ahí está (…)
Álvaro era un golfo celestial. Sus libros son deslumbrantes, sorprendentes, magnos de invención y estilo. No se puede hacer mejor lo que él hizo. No es novelista estricto, sino un fabulador que a veces se pierde en su propia fábula. (…)
Álvaro es uno de esos genios distraídos de los que este país se distrae. Se le están haciendo a Torrente Ballester, un mero artesano de la novela, honores que jamás se le hicieron a Álvaro, un genio, un inspirado. Quizá lo que ocurre es que en este país todavía no nos hemos movido del realismo, y lo de Álvaro no interesaba porque “no era verdad”. (…)
Aunque le dieron tardíamente le premio Nadal de novela, Álvaro siguió sin ser leído. Álvaro, para mí, es un test de sensibilidad nacional. Aquí nunca ha arraigado Lewis Carrol, salvo cuatro exquisitos. Los españoles no nos hemos movido nunca del realismo, desde el romance del Cid hasta el teatro de Benavente. Solo entendemos el arte como una ciencia aplicada, como una explicación o moraleja de la vida. De ahí no ha salido nuestro gusto estético ni literario. Así no podía ser que entendieran a Cunqueiro. Otra vez será. (…)
No parece un escritor español. No parece un escritor gallego. Álvaro es singular y la singularidad, en España, se paga. Alguien dijo que, aquí, “ser diferente es un pecado”.
El Movimiento le glorificó mal, le perjudicó. La izquierda antifranquista, tan unidimensional, ni siquiera le tenía en cuanta. Ahora que la juventud está en Carroll, García Márquez, Virginia Woolf y todo eso, debiera volver Álvaro, que es de la escuela, pero la fascinación de los nombres en inglés es lo que manda. Se lee más un idioma que una literatura. El inglés, ahora, tiene fascinación por sí mismo, como antes el francés, aunque lo escriba un imbécil. Esto no es más que un esnobismo de analfabetos ilustrados. Yo creo que Cunqueiro no volverá nunca, porque ésta era su oportunidad y no ha vuelto.
Hasta aquí Umbral.
En cuanto a la poesía de Cunqueiro, copio mi preferida. Aunque esto es decir una solemne tontería. Mejor sería decir mi preferida en este instante, porque es seguro que dentro de unos días, cuando la melancolía sea otra, o cuando sea otro mi modo de leer estos versos por vaya usted a saber qué razones del corazón, diré sin duda que mi poema predilecto es otro bien distinto. Es lo que tiene esta secta, que el vino siempre es el mismo pero la embriaguez es siempre distinta.
LE DIJE A LA TÓRTOLA
Le dije a la tórtola: ¡Pase mi señora!
Y se fue por el medio y medio del otoño
Por entre los abedules, sobre el río.
Mi ángel de la guardia, con las alas bajo el brazo derecho,
En la mano izquierda la calabaza de agua,
Mirando a la tórtola irse, comentó:
-Cualquier día sin darte cuenta de lo que haces
Dices: ¡Pase mi señora!
y es tu alma a quien despides como un ave
en una mañana de primavera
o en un atardecer de otoño.
(aunque él, en realidad, lo escribió así)
DÍXENLLE Á RULA
Díxenlle á rula: Pase miña señora!
E foise polo medio e medio do outono
Por entre as bidueiras, sobre o río.
O meu anxo da farda, coas azas sob o brazo dereito,
Na man esquerda a calabaciña da auga,
ollando a rula irse, comentóu:
-Cualquera día sin decatarte do que fas
dices: Pase miña señora!
e é a alma tua a quen despides como un ave
nunha mañán de primavera
Ou nun serán de autono.