Yo soy Ulises, patrono de los nostálgicos del hogar, y mi oficio es ir por esas islas poniendo orden en el mundo mientras los dioses tienen a bien encaminar mi barco en dirección a Ítaca, mi casa. No hace mucho, arribamos, mis hombres y yo, en una tierra como el mismo paraíso, exuberante en plantas de comer, riquísima en animales de engordar. Sin embargo, los nativos vagaban por la playa famélicos, ojerosos y místicos de pura hambre. Con Iberia hemos topado, pensé yo. Y como para confirmar mis presagios se nos acercó un lugareño gritando:
.- Marchaos, extranjeros, que aquí no hay trabajo para extraños.
.- Soy Ulises de Ítaca y vengo en son de paz.
.- Por mí como si eres Diego el Cigala y vienes al son de una cumbia. Ya te estás largando en tu patera, antes de que pongas en peligro nuestras pensiones y nuestro sistema del bienestar.
.- Pero de qué bienestar hablas, muchacho, si tienes pinta de no comer caliente desde el día de Santa Candelaria- le respondí al lugareño.
.- Perdónanos, Ulises- dijo un anciano-. Somos rebeldes porque nadie nos ha tratado con amor. Tan acostumbrados nos tienen nuestros amos a la tristeza y tan paredaña tenemos la derrota a nuestro corazón que has llegado a esta patria un 10 de agosto, San Lorenzo, aniversario de San Quintín, nuestra mayor victoria sobre los gabachos, y aquí nos tienes, como si tal cosa. En cambio, si llegas un 2 de mayo, que es justo cuando los franceses nos dieron para el pelo, nos habrías pillado a todos en la calle, haciendo fiestas.
.- Sois, en verdad, un pueblo raro.
.- Es que no somos dueños de nuestra voluntad. Nos gobiernan los cíclopes. Tipos barbudos, hijos del dios Dinero, con un solo ojo en la frente, redondo como un euro. Nos parecen gigantes porque nos acostumbraron a vivir de rodillas. Al que nos oprime ahora Homero le llamó Polifemo, pero nosotros, en la intimidad, le llamamos Mariano. Hay días en que se te aparece en pantalla de plasma y no te hace daño, pero como se te aparezca en carne mortal, lo mismo se desayuna un sindicato que mil puestos de trabajo.
.- Si a eso llamáis monstruo, esperad a conocer a FMI o a G8 – pensé yo para mis adentros.
No obstante, lo que dije fue:
.- Como Ulises que me llamo que os libraré de tal tormento. Este es mi plan. Daréis a beber al gigante un gazpacho de tarjetas electorales hasta dejarle ebrio de mayoría absoluta y, cuando se eche a dormir, le clavamos una urna en el ojo. Y a otra cosa, mariposa.
.- Ahórrate el esfuerzo, extranjero –dijo el anciano-, si te cargas a Mariano, su hermano gemelo, Rubalfemo, le sustituirá y nada habrá cambiado salvo nuestra alegría, cada vez más menguada. Vete en paz, Ulises, y déjanos con nuestro yugo.
Y me volví a la mar. Es difícil dar ánimos a los que se congratulan en la derrota. Una pena porque en su mano estaba convertir en Edén la triste isla de los cíclopes. Pero yo sólo soy Ulises, patrono de los nostálgicos del hogar, y en mi oficio no caben los milagros.
Publicado en el diario HOY el sábado 10 de agosto del 2013
Me ha encantado la finura de tu relato…. Precioso!!!!!!!!!