Mi hijo está preparando las maletas para irse a Alemania, y no de Erasmus precisamente. Esto de que los muchachos se larguen del país a buscarse la vida tiene un punto de tragedia clásica a la que sólo le falta su Sófocles y su Virgilio. Como Edipo, pagan con sangre propia los pecados de sus padres. Como Eneas, salen de una patria en ruinas cargando sobre sus espaldas el peso muerto de unos padres inservibles. Y así no hay patria que progrese. Y no lo digo porque me duela ver a mi hijo embarcado en una odisea. Todo lo contrario. Con un poco de suerte algo traerá aprendido. Aunque, con un poco más de suerte, igual hasta encuentra un trabajo digno y ya no vuelve.
Me gusta pensar que en la flor de la edad le está midiendo las costillas al mundo. Lo que ya no me gusta tanto es saber que se va como se fueron mis tíos en los sesenta y como antes que ellos se fueron mis abuelos y antes que mis abuelos se fueron sus padres, tal y como sus padres lo hicieron antes que mis abuelos, es decir, con una mano atrás y la otra en la boca para que los extranjeros no les escuchen maldecir de la patria, que queda muy feo entrar renegando en casa ajena.
Nuestros muchachos se van como se han ido los españoles de todos los tiempos, es decir, que no se van, les echan las circunstancias, nos los exilian la estupidez de los señores que llevan siglos prometiendo ponerle remedio a esta tragedia clásica. Si en algo podemos presumir de haber alcanzado la igualdad y la excelencia es en política. Cada gobierno, sea del bando que fuere, ha tenido la delicadeza de ser al menos tan incompetente como el anterior. Esa es la fatalidad de nuestra historia. Aunque lo que convierte en tragedia a una historia es el convencimiento íntimo por parte de los protagonistas de que su destino es inalterable y nada hay que puedan hacer por remediarlo.
Este sentimiento trágico de la vida es el que nos hace tomar con tanta calma que en Europa nos señalen como los más torpes en matemáticas y los más cerriles en comprensión lectora. Cosa incomprensible si tenemos en cuenta lo que cobra un ministro o un consejero del ramo, pero perfectamente comprensible cuando escuchas en la radio que una universidad española intenta captar alumnos con una campaña publicitaria que culmina con la frase “matricúlate con nosotros, aprobar es muy fácil”.
Yo no creo que nuestros hijos sean por naturaleza más torpes que un muchacho alemán. De lo que no me cabe duda es que van a encontrar más obstáculos en su camino. El mayor de ellos, este sentimiento trágico, este cansancio en la sangre, este desplomarse cada mañana ante las noticias como Prometeos mirando impotentes a los buitres que nos devoran los hígados por orden de un dios airado. No sé qué traerá mañana de vuelta mi hijo en esta maleta que hoy prepara con la emoción de los veinte y dos años. Me conformaría con que al salir por la frontera sacudiera las suelas de sus zapatos y se liberara de este añejo polvo contaminado.
Publicado en el diario HOY el sábado 19 de octubre del 2013
Sí, por desgracia es una tónica demasiado general… http://encabecera.blogspot.com.es/2013/09/abandono.html
Pagar por los pecados de sus padres puede ser hasta soportable para uno mismo, lo no soportable es pagar por los pecados de uno mismo, a consecuencia de la soberbia y el egocentrismo instalado en rígidas mentes.
Los culpables del éxodo aún perviven en sus poltronas, nadie mueve un dedo para juzgarlos, sentenciarlos y derribarlos.
Nos piden esfuerzo y sacrificio para salvar el gallinero, nos piden más gallinas, más pienso, más huevos…..nos lo piden los zorros que están dentro del gallinero. Yo digo: Cojamos a los zorros y zorras, demosle su merecido, echemosle definitivamente del gallinero, y a continuación arreglemos el gallinero y pongamos los huevos que tengamos que poner. De ésta manera no tendremos que derramar lágrimas por la tierra patria en tierras lejanas.
¿Quién levanta la mano y da un paso hacia adelante para echar a los zorros?
A mi los valientes……¡qué sólo voy a estar en la lucha!