Los griegos y los romanos, que en lo tocante a democracia asentaron las bases del invento, para referirse a los niños usaban los términos
nepion e
infans, que viene a significar “el que no puede hablar”. Un infante, pues, y una infanta, no era un ciudadano acolchado por los privilegios sino una especie de aprendiz de ciudadano, un retrasado sin voz ni voto al que por su bien había que domesticar. El derecho a hablar, opinar, tomar partido en los asuntos públicos y privados se lo ganaba superando etapas escolares tintadas de resignación y silencio. El padre dejaba al infante unos años en manos del
grammatistes o
didaskalos, maestro de enseñanza elemental, superado este nivel, el niño pasaba por el
grammatikos, que se encargaba de introducirle en la gramática y en la literatura nacional. Y es una vez agotadas estas etapas cuando se ponía a los muchachos en manos de
rhetores y
sophistais, maestros superiores de retórica y oratoria. Una curiosidad: el pedagogus, siendo el término de más largo alcance, era un simple esclavo encargado de velar por la asistencia a clase del infante y de que éste regresara a casa en perfecto estado de revista. En todo el proceso de educación, al infante solo le cabe escuchar, callar, repetir e imitar. A poco que ojee uno las páginas de este periódico tiene la sensación de que todas esas etapas escolares del niño grecolatino las hubiéramos recorrido nosotros al revés. De ciudadanos de pleno derecho a infantes que miran, callan y obedecen.
Extremadura es la comunidad autónoma con mayor porcentaje de economía sumergida de España. No es que sea una noticia sorprendente. Llevamos así desde que me alcanza la memoria. Lo sorprendente es que, mal que bien, sobrevivimos. Se conoce que a fuer de nadar siempre en los fondos más profundos de todas las estadísticas, nuestra economía ha echado branquias. La dentadura de nuestros monederos sufre avitaminosis. Incapaces de asumir la categoría de tiburones, nos apañamos adoptando la forma de anguilas escurridizas y pícaras. Mucha gente se pregunta cómo es posible acomodarse a la incomodidad del vivir en los fondos. No es vocación, es pura necesidad. Si todos dispusiéramos a final de mes de los cuatro mil novecientos euros brutos que cobra por representarnos el secretario general de un partido, no seríamos silenciosos peces de bajura sino escandalosos expertos en surfing. Nuestros representantes políticos cobran como si nos representaran todos los meses en el Festival de Eurovisión y, lo que es peor, con el mismo éxito.
Otro dato estadístico: Extremadura, durante el año pasado, registró la tasa de criminalidad más baja del país. Esa sí es una gran noticia, susceptible, claro está, de dos lecturas: o somos más honrados que nadie o es que aquí no encuentran trabajo ni los ladrones. Entre las dos opciones, yo me inclino por la misma que usted. Nos reímos como hienas por no callar como infantes.
Publicado el sábado 1 de febrero del 2014
Demasiado nivel F.R.T.
Estimado señor, me parece un análisis muy agudo, y desgraciadamente cierto. Lo peor del asunto es que las verdades que enuncia, no son exclusividad ni patrimonio de su región. Cayo como una infanta, para no reírme de la apatía que sufrimos ante los agravios de quienes nos dirigen a los abismos.