Después del asesinato de Juan el Bautista, Jesús llamó a los suyos a un lugar desierto, para que encontraran consuelo en la meditación y en la soledad. Pero la gente del pueblo, ansiosa por escuchar las palabras del Maestro y contemplar sus prodigios, le siguió en tal número que, para cuando Jesús y sus discípulos llegaron al lugar elegido, ya estaba repleto de un gentío bullicioso y expectante. El Nazareno sintió compasión y se puso a instruirlos largamente, de tal forma que, sin que nadie reparase en ello, había caído la tarde. En esas estaban cuando se acercó Simón y le dijo:”Maestro, esto es un despoblado y la hora es ya muy avanzada. Despídelos, para que vayan a sus casas a comer”. Pero Él le respondió: “Dadles vosotros de comer.” Y Simón acercó hasta el maestro un canasto con cinco panes y dos peces que él mismo había comprado en un tenducho de Betsaida. Entonces les mandó que hicieran sentarse a todos por grupos de cien y de cincuenta. Y tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, partió los panes y se los fue dando a los discípulos, para que los sirvieran a la multitud: de igual manera dio a repartir los dos peces. Y todos comieron hasta quedar saciados.
Los que comieron de los panes y peces eran cinco mil hombres.
Aquel prodigio llenó de asombro a los presentes, que se hacían maravillas de las virtudes del hijo del carpintero. Sin embargo, entre tanta alegría, Simón había quedado envuelto en un mutismo triste, que no pasó desapercibido a los demás discípulos. Así se lo hizo notar Judas:
.- ¿Qué te pasa, hermano? ¿Tu alma no se alegra ante el milagro que acabas de presenciar?
Y Simón respondió:
“¿Vistes a ese tipejo de la primera fila que no hacía más que frotarse las manos con cada pez y con cada pan que Jesús sacaba del canasto?”
“Ya lo creo que reparé en él – respondió Judas-, pero qué tiene que ver la alegría de ese tipo con tu tristeza.”
“Ese hombre – dijo Simón-, es el dueño de la tienda de Betsaida donde compré los panes y los peces. Como no disponía de dinero suficiente, me los dio a crédito…”
jajajjajajjaja
ya me estaba extrañando tanto sermón
¿se llamaba Botín de apellido?