Se maravillaba Voltaire de cómo la historia judía, de la que ningún autor de la antigüedad hace la menor mención ni de soslayo, ha conseguido situarse en la cima de la literatura de todos los tiempos, pasando de libro de ciencia ficción a referencia universal de todas las religiones monoteístas, huevo y meollo de la historia de los dos mil últimos años. Pero ninguna historia, por muy judía que sea, nace de la nada. Y si los padres de la Iglesia levantaron su edificio tomando prestadas algunas vigas del derruido sistema de Pitágoras y el orfismo, otras de Platón y otras muchas del aristotelismo, hay que reconocer que las más de las historietas que tan feliz fortuna tuvieron en el Antiguo Testamento son, admitámoslo, de origen hispano. Caín y Abel, por ejemplo, es una historia inspirada en la vida de Craso y Creso, dos hermanos nacidos hacia el 400 a. C. en el sur de Hispania, en lo que al correr del tiempo sería la Caprium romana, es decir, lo que se conoce actualmente como la ciudad de Cabra, en Córdoba.
El padre de Craso y Creso era un conocido citarista de sobrenombre «el Cigalum» que se casó de primeras nupcias con una bailarina lusitana apodada, según cuentan las crónicas, «la Benepagata», debido a sus altos honorarios, ya que fue la más célebre danzarina de su siglo. Sea como fuere, la pareja se conoció en una de las famosas orgías del rey local Barbón y Barbón, quien por cierto tenía fama de campechano. Pero, a la que vamos, que entre flores, fandanguillos y alegrías, el Cigalum y la Benepagata se pusieron cariñosos y a los nueve meses nació su primer hijo, Craso, lo cual, dicho sea de paso, fue un craso error, ya que tras el parto la Benepagata perdió su figura y jamás volvió a bailar en público (en privado, según se rumorea, sí que bailó y mucho, sobre todo con el Barbón, que además de campechano tenía fama de fiestero, mujeriego y jaranero, pero esa es otra historia). Mas como Zeus aprieta pero no ahoga, con los 400 sestercios que el gobierno daba por el primer hijo pudo el Cigalum montar en Caprium una taberna de regular éxito donde todos los sábados tocaba la cítara acompañado al cante por Escobarum y sus hermanos, de gloriosa memoria. Al año siguiente nació Creso.
Si Craso era moreno, expansivo y fuerte, Creso salió rubio, de piel blanca, ojos claros, carácter pensativo y más bien de letras. Nunca se llevaron bien. La primera disputa de la que se tiene constancia fue en el destete, cuando Creso desplazó a su hermano del paraíso de los pechos maternos, cosa que al parecer sentó fatal a Craso, que desde entonces se la tuvo jurada. En el colegium no les fue mejor: Craso iba a Educación par la Ciudadanía mientras que Creso era más de Religión, con lo que se ganaba los favores de la directora y el cariño de la Benepagata, que era algo beata. La cuestión es que el enfrentamiento comenzó como algo verbal: Creso, a su hermano, lo llamaba en el recreo Craso el payaso graso y Craso, que era más lacónico, llamaba a su hermano Creso de Cabra, cosa la cual, aun siendo verdad, no dejaba de ser una ingeniosa ofensa.
Como no podía ser de otra manera, de las palabras pasaron a las manos, hasta que un día Craso, que era más fuerte, mató a su hermano con un DVD, es decir, dextra versum dextra, osea, de dos derechazos, y enterró el cuerpo en las obras de la autocalzada, también conocida como autovía. El caso es que a la directora le extrañó la ausencia de Creso en clase y le preguntó a Craso, el cual respondió: y yo qué sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano? Pero, por si acaso, Craso, al salir de clase, se dio a la fuga. Vagó de un sitio a otro, siempre con la conciencia turbia, siempre con el arrepentimiento mordiéndole los zancajos como un perro pesado y enano. Craso, en sus rezos, gemía: Zeus, perdóname, que ha sido un pronto. Pero, Zeus, ni olvida ni perdona. Craso quiso enmendar su error y llevó desde entonces una vida meditativa, ejemplar y santa, pero la maldición de Zeus no le abandonó jamás y todo le salía al revés.
La gente le rehuía porque como milagrero fallaba más que la escopeta de una feria: enfermaba a los sanos, convertía el vino en agua, enleprosaba a los limpios, cegaba a los videntes. Aún se conservan algunas inscripciones de las muchas que la gente llegó a poner a la entrada de los pueblos: prohibida la venta ambulante y los milagros de Craso. Y es que cuando Dios le toma ojeriza a alguien no cabe misericordia ni perdón. Dicen que Craso se retiró a un desierto. Un día encontró un oasis y, obsesionado como estaba con los milagros, quiso andar sobre las aguas. Murió ahogado.
No sé a quién has pretendido parodiar; pero te puedo asegurar, que lo que sí has conseguido, es una crasa imbecilidad.
Estupendo el relato.
Me permito añadir un dato rigurosamente histórico y es que durante algún tiempo Craso se ganó la vida en todos los foros y ágoras como tertuliano y contando los trapos sucios de su familia.
Ug
It's all about BALCO on the sixty blogs, and LE GROS MILLION 1.0.
And GROUS – MICHLEG went rat along with GAYLE MANCHIN.
BEDEMBOR to BLOCO.
gracias por la informacion me ayudara en mi tarea 🙂