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Según cuenta Hesíodo, el Hades –el infierno de los griegos-, estaba custodiado por un monstruo de cincuenta cabezas y cola de serpiente cuyo objetivo era impedir que las almas condenadas pudieran escapar. Este monstruo era Cerbero, el demonio de las profundidades, que es lo que literalmente significa su nombre. Y como, según algunos, tenía cuerpo de can, es decir, de perro, se acabó dando el definitivo nombre de Can Cerbero.
Es decir que, en puridad, cuando llamamos a alguien cancerbero lo estamos llamando perro. Perro monstruoso, si nos ponemos quisquillosos.
Pero ese sentido ya hace tiempo que se desvirtuó. Luego veremos por qué. Ahora lo que nos interesa es subrayar que la característica principal de este monstruo no solo era su aspecto terrible, sino la fiereza, su agresividad, su mal humor y su inquebrantable disposición a impedir que nadie se saltase las normas, cualidades todas imprescindibles para la perfecta ejecución de su oficio, como bien sabe cualquier portero de discoteca.
Y estas cualidades son las que pronto hicieron que el hablante español identificara al can del Hades – ya unidas las dos palabras, Can Cerbero, en un solo y precioso lexema- con aquella persona o cosa que se interpusiera entre él y la consecución de sus deseos. Así, encontramos la palabra en una de las poesías de Polo de Medina del siglo XVII:
Entré, Lauro, en tu jardín
y vi una dama o lucero
y una vieja o cancerbero,
que era su guarda y mastín.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX que la palabra entró en un diccionario de lengua española. Y no precisamente en el RAE. Fue en el Gran Diccionario de la lengua española de Gaspar y Rossi, en 1852. Su primera definición, por supuesto, era la de “perro de tres cabezas guardián del infierno pagano”. Nada original. Pero añadió una segunda acepción que la hace muy interesante: “metafóricamente se denomina ahora de este modo al alcaide o portero, intratable, brutal o excesivamente vigilante o al guarda de no buenos modales”.
EL CANCERBERO GORILA
Es decir, que lo de identificar al cancerbero con el portero data del siglo XIX. Pero no con el portero de fútbol, sino con las porterías de los edificios o fincas. Y no con todos los porteros, solo los inflexibles. Así lo recoge el RAE de 1869, cuando por primera vez se decidió a definir esta palabra. Y lo hizo casi copiando la definición de Gaspar y Rossi, solo que abreviando. Amén de lo del portero del infierno, la RAE añade que en castellano se llama cancerbero “al portero soez, o al guarda severo o incorruptible”.
Es decir, lo que hoy llamamos “un gorila”.
Eso de que el cancerbero llegara a convertirse en portero de fútbol fue cosas de los periodistas deportivos. El documento más antiguo que he encontrado es una crónica deportiva del diario El País del 11 de septiembre de 1977, sección deportes, en la que el autor, que no he conseguido su nombre, llama cancerbero al portero del Valencia. Esa es la primera documentación escrita que he encontrado. Seguramente ya debía estar en boca de los comentaristas radiofónicos. El caso es que el término cuajó pronto, de tal manera que lo de un cancerbero fuera un guardés amargado y gruñón fue cayendo en el olvido. Ya solo se usa para designar a un portero de fútbol. Definición que admite la RAE desde su edición de 2001.
Pero el modo más común de llamar a un portero no es cancerbero, sino arquero.
Que esa es otra.
Porque la correspondencia entre cancerbero y portero es fácil de entender, por aquello de la mitología. Pero, ¿de dónde sale lo de arquero? ¿Dónde están los arcos? Que yo sepa, la puerta que custodia no tiene ni arcos ni ningún punto de similitud con un arco.
La idea es confusa porque arquero es una voz que sirve para dos palabras distintas con dos origines y dos significados distintos: lo que en argot lingüístico se conoce como una homonimia. Así lo entiende la RAE al darle dos entradas distintas a la voz.
- Un arquero que proviene de arco (del arco y las flechas).
- Otro que viene del nombre arca.
La RAE cree que arquero como portero de fútbol tiene su origen en la primera acepción; es decir, ve a la portería como un arco y al portero como la flecha, situada en el medio y dispuesto a lanzarse contra su objetivo.
Yo tengo mis dudas. Si consultamos el diccionario de Autoridades de 1726 veremos que en la entrada para arquero dice: 1. Persona que usaba el arco y la flecha. 2 Se llama también así el que tiene cuidado de las llaves de las arcas donde se deposita algún caudal público del Rey o de alguna Comunidad, y con este nombre se llaman muchas veces los tesoreros en los despachos reales.
Visto así, qué nos impide pensar que estamos ante una metáfora por la cual se identifica al arquero real, es decir, al que está al cuidado de lo más valioso de reino, con el portero que se encarga del cuidado de lo más preciado del equipo, esto es, la puerta que puede llevarlos a la victoria o a la derrota. Según esta metáfora, el arquero se convierte en un can Cerbero y el equipo contrario es siempre un Hércules temible que viene a cortarte la cabeza. ¿Quién dijo que no hay poesía en el fútbol?
[Este artículo forma parte de la sección Te tomo la palabra del programa Gente corriente que se emite en Canal Extremadura Radio]