Tiresias, por José A. Gallego |
Dime, Tiresias, qué ven tus ojos ciegos. Te diré, ciudadano, ya que lo pides, que hay efemérides que son lecciones de historia. Este 29 de septiembre es una de ellas. Por un lado, el cumpleaños de Cervantes; por otro, el aniversario de la muerte de Fernando VII. Del Siglo de Oro a regional preferente en un abrir y cerrar de calendarios. De faro del mundo, educadores de genios, a cola de ratón, pozo de oscuridad.
La película de siempre. Cuando hubo, no se invirtió en lo colectivo, sino en especuladores, privilegios, beatería y burocracia. Y vino el rodillo de la Historia y pasó sobre nosotros, tan poderosos que nos creíamos, amurallados en oro y plata. Y todo resultó ser una burbuja, un puf, una mierda borbónica. Del esplendor cervantino, amigo Sancho, donde un simple don nadie se alzaba contra molinos como gigantes, vinimos a dar en pueblo zafio y dócil que grita «viva las caenas» al paso del tirano.
Desconfío de quienes, en lo particular, pueden remontarse más allá de sus bisabuelos. El rastro de las estirpes suele tener color de sangre y hurto. Sin embargo, admiro a las naciones que sin vergüenza lucen en la solapa una panoplia de hombres y hechos gloriosos. Entre nosotros, Lope de Vega apenas es ya el nombre de un teatro y Quevedo el de unas gafas. Y sin esa sensación de pertenecer a algo grande y común, casi parece normal que haya quienes pidan independizarse de aquello que carece de prestigio. En medio de tanta provinciana ignorancia, casi parece normal que los que gobiernan no se enteren de que cuando una multitud les rodea el Congreso no es para un botellón, sino para gritarles que concluyó el tiempo de las caenas, que es hora de que las calles se conviertan en héroe colectivo que abata los viejos molinos y nos ponga de nuevo en el curso de la historia.
Contraportada del periódico Extremadura, 29 sept. 2012