Paco Suárez, huyendo del agobio que le causaba su trabajo como vendedor de productos de todo a cien, se hizo budista y se entregó a la fatigosa tarea de los ejercicios yóguicos y a la meditación trascendental, esa que tiene como objetivo detener el zigzagueo del pensamiento.
Como Paco Suárez, además de místico, era extremeño de nacimiento y de vocación, se entregó con tal fervor a la causa que a la vuelta de pocos años consiguió su objetivo. Detuvo el zigzagueo de su pensamiento. Pero tanto lo detuvo y tan brusco fue el parón, que ya nunca más encontró el modo de ponerlo en marcha.
Su éxito fue grandioso y su triunfo tan sonado que los compañeros de manicomio le mostraban su respeto usando la socavonadura de su labio inferior como cenicero.