ADRIANISMO
Secta religiosa del siglo XVI que tomó su nombre de su fundador, Adrián Hamsted. Tuvo una primera etapa de cierto predicamento en Nueva Zelanda para pasar luego hacia Inglaterra: algunos de sus mandamientos coincidían con los de los anabaptistas, en especial aquellos concernientes a la dilación del bautismo, es decir, que sólo creían en el bautismo realizado por la propia voluntad del creyente y no en el bautismo que se le hace por fuerza y ley al recién nacido, cuando aún carece de criterio.
No eran tontos estos adrianistas.
No eran tontos estos adrianistas.
Los Adrianistas eran en su mayoría mujeres y profesaban, a groso modo, y como queda dicho, las doctrinas de los anabaptistas, aunque incluso esto esta aún por confirmar, pues es muy poco lo que de ellos se conoce. Apenas sabemos que su fundador nació en Dordrecht en 1524 y murió en Bruges en 1581. Poco más. No conocemos nada de su historia personal y muy poco al respecto de la secta de corta vida a la que le dio su nombre, pero yo me imagino al tal Adrián Hamsted como un muchacho largo y desgarbado, de mirar melancólico y algo obsesivo que paseaba por las calles embarradas de la aldea más concentrado en sus propios pensamientos que en los traseros de las mozas. Al padre esto le debía gustar más bien poco. Por las noches, en la cama, se lo hacía ver a su señora.
. A mí, qué quieres que te diga, pero nuestro hijo me preocupa.
.- Son cosas de la edad. Adriancito no es mal muchacho, lo que pasa es que es algo soñador.
.- ¿Soñador? Yo diría que es algo lelo. Y no le llames Adriancito, leñe, que la criatura va a cumplir un cuarto de siglo y con ese nombre me lo atolondras.
.- Quizás lo que necesita Adrián es que hables con él, de hombre a hombre.
Y el padre, que jamás se vio en mayor aprieto, pasaba la mitad de la noche en vela, y la otra mitad sin pegar ojo y, al llegar el alba, despertaba al muchacho, le daba unos minutos para que se enjuagara los ojos y metiera algo caliente en el estómago y, haciendo de tripas corazón, hablaba con Adriancito.
.- Pero, ¿a ti te gustan o no te gustan las muchachas?
.- Sí, padre, lo que es gustar, me gustan.
.- ¿Entonces?
.- Lo que pasa es que yo tengo inquietudes.
.- ¿Inquietudes? ¿Y eso qué es lo que es?
.- Un desasosiego aquí dentro. Me pregunto, por ejemplo, por qué las cosas son como son; por qué vamos todos los domingos a misa a pedir a Dios cosas que nunca suceden; me pregunto por qué el cura manda más que tú y el obispo manda más que el cura y Dios manda más que el obispo y el Papa más que Dios. O somos todos iguales o no lo somos.
.- Vamos a ver, hijo, en el mundo hay jerarquías, un orden.
.- Pues a mí ese orden no me gusta.
.- Pues te jodes, como todo el mundo.
.- Pero es que en eso precisamente consiste tener inquietudes, papá,: en no permitir que le jodan a uno con cuentos chinos.Y, ya que has sacado tú la conversación, te voy a confesar una cosa: creo que voy a fundar una secta.
.- ¿Una secta? Pero, hijo, ¿con todas las que hay ya? ¿Y no te daría lo mismo fundar una carpintería o una boutique del pan, que es bien moderno y de eso no tenemos mucho en el pueblo?
.- No, padre, lo he pensado bien y yo quiero ser sectario. Si se trata de joder, prefiero ser de los que joden a de los jodidos.
.- Eso no me parece mal, hijo; pero, vamos a ver, alma de cántaro, ¿tú crees en Dios?
.- Sí, creo.
.- ¿Y en Cristo Nuestro Señor? ¿Y en la Virgen Santa?
.- A pies juntillas.
.- ¿Y en la resurrección de la carne? ¿Crees en eso?
.- Ni se pregunta.
.- Entonces, qué mierda de nueva religión es esa tuya. Anda y no me calientes la sangre.
.- Ya me gustaría, padre, pero no lo puedo evitar. Se conoce que el desasosiego tira mucho. Yo seré sectario o nada.
.- Tú lo que eres es gilipollas, que en eso no puedes evitar haber salido a la familia de tu madre.
Y con estas desavenencias en el seno de su propia familia, al muchacho le brotó en el pecho la flor espesa y alucinante de la melancolía y los padres comprendieron que ya no podían hacer nada por él. Una mañana, cuando el padre fue a despertarle para irse a las tareas del campo, la cama de Adrián estaba vacía. La última noticia que tuvieron de él fue cuando el impresor de la ciudad le pasó la factura de quinientas tarjetas de visita que se hizo imprimir el niño y que se había largado sin pagar. El padre pagó a regañadientes, pero cuando el impresor le dejó una tarjeta de muestra en la que se leía en letra gótica de oro: Adrián Hamsted, fundador de sectas, tuvo que reconocer que el muchacho tenía buen gusto. Admitir, le dijo a su mujer, que en eso ha salido a su padre.
Del libro en marcha: Nombres con hombres
Muy bueno!