ADAMISMO: nombre que dieron a su secta unos tipos del norte de África allá por el siglo II después de Cristo y que creían que siguiendo en todo la apariencia de Adán estarían más cerca de Dios, del Paraíso y de la verdad eterna. Por lo tanto, no sólo iban desnudos sino que practicaban la abstinencia sexual por considerar que el sexo fue el pecado primigenio, verdadero y único motivo de la perdición de los hombres. Sus raíces son de origen gnóstico, es decir, de aquellas escuelas religiosas y filosóficas que aseguraban estar en posesión de secretos conocimientos (gnosis) que los apóstoles habían depositado en un grupo de escogidos para salvaguardarlos de la plebe inculta que acabaría por corromperlos.
Según Tertuliano, el adamismo negaba la unidad de Dios, la necesidad de la oración y calificaban de locura el martirio. Aunque la primera referencia a esta secta la encontramos en el Panarion, de Epifanio de Salamis, que versa sobre las muchas herejías que florecieron en su tiempo. Gracias al Panarion tenemos noticias de otras sectas que también creían que el nudismo, el rechazo al matrimonio y la abstinencia sexual los acercaba a Dios: son los adamistas, los marcosianos, los carpocratianos y los encratitas. Para estas sectas, Adán no es un ente metafórico sino un ser real, de carne y hueso, del cual procedemos directamente el resto de los hombres y mujeres del planeta. Según ellos, si Adán era perfecto y feliz tal y como lo puso Dios en el mundo, los que buscasen un camino hacia el cielo sólo tenían que imitarle en cada uno de sus gestos, o al menos hasta la aparición de Eva, es decir, de la mujer, es decir, de la perdición de los hombres.
Por otra parte, esta interpretación literal de las Sagradas Escrituras dotaba a los cristianos del siglo II de unas sólidas herramientas para luchar contra las religiones paganas, que, dicho sea de paso, estaban ya en franca decadencia. Sin embargo, cualquier griego o cualquier romano de la época, cuya tradición literaria y religiosa se remontaba a la noche de los tiempos, se habría reído en la cara de un tipo que pretendiera afiliarle a una religión cuyo dios no tenía más de dos siglos de antigüedad. Por eso los cristianos no podían conformarse con los libros del Nuevo Testamento, de reciente creación, sino que echaron mano de la tradición judaica. De este modo, si los griegos y romanos colocaban en un platillo de la balanza cultural a Homero, Mercurio, o al propio Zeus, los cristianos pusieron sobre el otro platillo a Yavhé, a Moisés -quién según las Crónicas de San Jerónimo vivió trescientos años antes de la mismísima Guerra de Troya-, y a Adán, que los colocaba justo en la inauguración de la historia, y de quienes se decían herederos legítimos.
Los adamitas desaparecieron en el siglo IV sin dejar rastro. Pero en el siglo XII los volvemos a encontrar en el centro de Europa, pero cambiando algunos dogmas. Su visión del sexo, por ejemplo, ha cambiado radicalmente. En esta versión remozada defienden la igualdad entre sacerdotes y laicos, aseguran que la fornicación y el adulterio no sólo están lejos de ser pecados, sino que son méritos que puntúan para hacerse con un lugar privilegiado en el Paraíso, ya que, puestos a mirar la Biblia con lupa, Adán ni conoció el matrimonio ni las restricciones sexuales. Con tales predicamentos, como es lógico, no resultaron nunca gratos ni a la Iglesia ni a los gobiernos, aunque también es fácil imaginar que nunca habría de faltarles feligreses entre la gente del pueblo, harta de soportar una vida infectada de puritanismo y restricciones. Durante varios siglos los adamitas aparecen y desaparecen en los socavones de la historia, quemados o torturados en los momentos de más exacerbado fanatismo; encerrados en manicomios en tiempos más suaves; perseguidos siempre.
En el siglo XIV, en tierras del Delfinato y Saboya, se les llamó Turlupanos o Hermanos Pobres y gozaron de cierta popularidad, hasta que fueron hechos prisioneros y quemados vivos en la isla de Lisnitz. Por esas mismas fechas podemos encontrarlos en Alemania bajo el nombre de Begardos o Beguinos, nombre que ya llevó una secta maniquea en los Países Bajos un siglo antes. Como sus antecesores, practicaban el desnudismo y vivían en comunas donde el matrimonio estaba desterrado. Una de estas comunas la encontramos en Bohemia, aunque ahora se les conocería por el nombre de Picardos. Nuevamente perseguidos y exterminados por los husitas en 1421, resurgieron en 1781 y en 1819, en algunos pueblos de Austria.
También se llamó adamitas a ciertos anabaptistas que intentaron implantar en Amsterdam el nudismo, por lo que hay quien defiende que la práctica actual del nudismo es de imitación adamista.
Pudiera ser. Sin embargo, ciertos estudiosos echan la vista más atrás, muchísimo más atrás. Hacia el Egipto faraónico, de donde pasaría a la Grecia de Alejandro y de ahí, ya sin dificultad, se transmitiría a la tradición romana, es decir, europea. La historia es como sigue. En 1887 se descubrieron en Tell-el Amana unas tablillas de arcilla cocida perteneciente a los archivos del faraón Amenofis IV (1385-1353 a. C) en las que, al parecer, se hace un elogio del nudismo. Este faraón reinó, junto a su esposa, la hermosa Nefertiti, durante dieciséis años, con el sobrenombre de Akhen-Aton, el que es útil al Sol. Unos dicen que por convicción filosófico-religiosa y otros, más prosaicos, opinan que porque tenía una salud precaria, el caso es que este faraón consideraba al Sol fuente de salud y de vida y justificaba la práctica del nudismo como fuente para el desarrollo del cuerpo y del alma. Este sería el supuesto nacimiento del nudismo entendido como herramienta para acercarse a Dios. Después de Akhen-Aton encontramos en la India a una especie de filósofos nudistas que los griegos llamaban gymnosophistas. En tiempos de Alejandro Magno tenían fama de verdaderos sabios. Tanto, que el propio Alejandro quiso conocerlos personalmente. Dice Covarrubias: “se cuenta que aviendo Alexandro topado con unos gymnosophistas, le afearon con gran libertar su codicia y los latrocinios y robos que hacía por todo el Oriente”. El caso es que tanto gustó Alejandro de estos filósofos que se trajo uno con él a su regreso a casa. Se llamaba Cálamo, famoso entre los griegos, no sólo por su desnudez y sabiduría, sino por la nunca vista costumbre de dormir y meditar sobre una sola pierna. Lástima que antes de entrar en Persépolis “se sintiera tan cansado”, que decidió arrojarse a una pira entonando cánticos religiosos ante el pasmo de sus amigos griegos.
El siglo XX vivió el resurgir de movimientos nudistas, tales como la Iglesia Nudista Cristiana del Santo Doncel Jesús o la de los Perfeccionistas, que creyeron ver en los adamitas a una especie de hermanos mayores en la fe. En la actualidad se les conoce con el nombre de “marrocanos” porque creen en cierta profecía que dice que de Marruecos llegará el que ha de derrocar al catolicismo. Qué cruz.
Adamita, como secta herética, es palabra que recoge el diccionario desde la edición de 1884; no obstante, el término adamismo, como relativo a la secta de los adamitas, no aparecerá hasta la edición de 1925, si bien luego el étimo se ha ido transmitiendo en cada edición posterior, pero, eso sí, cada vez de manera más escueta, en proporción, queremos suponer, a la importancia que la modernidad concede a aquellos ingenuos iluminados, padres tal vez del naturismo.
Hola no entiendo una cosa , muchos ateos de los cuales yo soy una de ellas postean barbaridades como preguntas o simplemente y realmente tonteras sin seriedad y eso se supone pasa por un filtro … ( por ustedes) me pregunto yo … si eso por lo general son tonteras por no decir (estupideces) sin sentido y no con conciencia y esta es mi primera publcacion , tengo que esperar un pendiente … a ver si me dejan publicar ?Esta publicacion es para hacerles entender a los creyentes que no todo lo q brilla es oro como dice el dicho ! Saquen sus propias concluciones y con el debido respeto que se merecen
Saludos
Simone Wahli